Por Héctor José Corredor Cuervo
En medio de terror y de violencia,
de la guerra que azota en huracanes,
periodistas miran por conveniencia
solo “chivas” por pagos materiales
demostrando ante el mundo su indolencia
entre nubes de buitres infernales.
En las manos no llevan una pluma;
portan flechas con llamas criminales
que disparan con saña una por una
con anuencia de grandes gamonales
a indefensos que no tienen fortuna.
Muchos llevan su garra salpicada
con sangre de colonos y soldados
que mueren en la patria atormentada
entre surcos, caminos o collados,
luchando con el alma acrisolada.
Varios surcan mares de corrupción
entre sirtes y escollos de violencia,
engañando a la incauta población
que cree que actúan con transparencia
mientras clavan con furia el aguijón.
¿Será que no ven al pobre indigente,
al desplazado, al gamín, al desvalido
que recorren las calles cual torrente
entre sombras oscuras del olvido
ante la sordidez del dirigente?
25 agosto de 2004. Momentos en que algunos medios de comunicación se confabulaban con los grupos al margen de la ley, mostrando al mundo sus acciones terroristas en los poblados de Colombia.
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