El poeta no solamente debe cantarles a las
estrellas cuando se está ahogando la humanidad
en mares de sufrimiento.
Hecocu
Por Héctor José Corredor Cuervo
En noche, con dolor humedecida,
van enjambres de chicos inocentes
mendigando dulzura a indolentes
para vivir en paz sin homicida.
Tras disfraces de múltiples colores
ellos ocultan espanto y terror
que sienten por la acción del malhechor
el que asecha detrás de bastidores.
Ellos llenan el aire de alegría
en cielo ennegrecido por violencia
y le piden a Dios sólo clemencia
para el niño que sufre de agonía.
Ellos tienen valor de golondrinas
que tejieron su vuelo a lontananza
y llevan en el alma la esperanza
de no ver mutilados por las minas.
¿Por qué quienes actúan disfrazados,
como sombras o brujas sin conciencia,
no cavilan con tino y con sapiencia
para cubrir al gamín desarrapado?
¿Por qué no damos mano generosa
al mendigo que sufre día a día
y enfrentamos con fe y con gallardía
el espanto de una horda peligrosa?
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