domingo, 27 de febrero de 2011

LOS EXILIADOS


No existe ninguna medicina que

pueda calmar el dolor del exiliado.

Hecocu


Sobre las aguas, en mar de la indolencia,

se ven flotar los millones de exiliados

que salieron de la patria por violencia

y por miedo a terminar asesinados.


Atrás dejaron sus más gratas querencias

entre surcos de dolor ensangrentados

por dirigentes que, faltos de conciencia,

azuzaron las contiendas en poblados.


En sus memorias golpean los recuerdos

cual grandes olas de los acantilados

y sienten que se les mueren los anhelos

bajo las sombras de tedio encadenados.


Como escudo llevan gran inteligencia

y los valores por padres inculcados

para luchar con tesón y con paciencia

en los ambientes extraños y alejados.


En la distancia les faltan resplandores

de los astros bajo cielos azulados

y extrañan los perfumes de las flores

que brotaban en aldeas y en collados.


Siempre los cubre la nube de ilusión,

del radiante regreso a la tierra amada

y pretenden que florezca la razón

en la sierra, en los llanos y en la cañada.


¿Hasta cuando los hijos de la tierra

irán errantes cual caínes desterrados

sufriendo los horrores de la cruel guerra

en un mundo por dinero esclavizados?


¿Por qué no se unen las mentes y las manos

bajo banderas de amistad y concordia

para apagar el fuego de los tiranos

que escriben con los cadáveres la historia?

20 octubre de 2004. Para hombres, mujeres y niños que sufren el suplicio del exilio por culpa de aquellos villanos que se creen dioses humanos y que hacen enfrentar pueblos, por intereses personales, políticos, económicos, sociales o militares, haciendo ver al mundo que son los salvadores de quienes quieren esclavizar. “La guerra la dirigen, normalmente, políticos que por cobardía no fueron a los cuarteles a cumplir con el deber de defender a su patria. Quien la ejecuta y sufre las consecuencias es el pueblo ignorante.

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